domingo, 2 de enero de 2011

El camello arrepentido




Farke tenía tanto dinero, según él, que “no lo podía gastar”. Así que no se le ocurrió otra cosa que sacar mil doscientos euros, tirarlos al suelo y pisotearlos delante de cien personas. Eso fue en 2009 y le supuso ingresar en el psiquiátrico y un diagnóstico de trastorno bipolar en el que se reconoce. “Me he sentido el dueño del mundo sin tener una mierda”. Aunque todavía le queda dinero, que califica de “sucio” por su procedencia. En sus tres ingresos psiquiátricos, gracias a conocer a otros pacientes, ha comprendido el daño que hizo vendiendo a otras personas lo que él mismo no consumía: cocaína, también llamada farlopa, y ketamina. De ahí su apodo, Farke.
Los ingresos también le han servido para reflexionar sobre sí mismo. “Al principio no sabía por qué hice eso con aquel dinero, pero luego me di cuenta de que lo hice porque no me daba la felicidad”.
Y ha descubierto que tiene “tesoros”. Uno es su madre, que está al otro lado del atlántico, y a la que fue a visitar tras su primer ingreso, como volverá a hacerlo pronto. Los otros dos los ha descubierto más recientemente, y son su padre y su hermano. “No me daba cuenta porque los tenía al lado”.
La experiencia de los ingresos no ha sido fácil. En el primero estuvo atado un mes. Primero le ataron de una mano, pero tiraba la comida. Y cuando le sujetaron ambas extremidades, comenzó a quitarse la sonda con los dientes. Pasaba las noches gritando por su situación, “como el perro que no dejan salir de casa y se vuelve agresivo”. Además de los sedantes que no doblegaban sus ansias de libertad, a Juan David le inyectaban otra droga para evitar los trombos que se podían formar en sus vasos sanguíneos al estar siempre tumbado.
“Menuda vida para contar”, interviene Tania. “Pues espera a lo que va a venir”, contesta él con una amplia sonrisa. Ella se fija en sus dientes, que acaba de descubrir “bonitos”. El informador necesita completar la entrevista y pregunta: “¿Qué va a venir?”. “Las muelas del juicio”, remata Juan David. Y tras las risas, el chico antes conocido como Farke anuncia el paso a “pensar en cosas grandes, en lo verdaderamente importante; concentrarse en lo prioritario”. Lo de ganarse la vida de otra manera se da por descontado.

1 comentario:

  1. Cada año se incautan en España 50 toneladas de cocaína, una por semana. Eso son un millón de gramos por semana. ¿Cuántos millones de gramos pasan, para 45 millones de españoles? Abordemos este tema sin hipocresía.

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Etiopía

Un país joven, apasionante y agradecido

Etiopía es un país lleno de niños que regalan su sonrisa al visitante. La edad media es de 18 años, la esperanza de vida se sitúa en los 50, cada mujer tiene una media de cinco hijos y el 12% de los pequeños mueren antes de los 5 años. Se calcula que por lo menos tres millones y medio de personas padecen sida, pero quienes conocen la realidad del país sobre el terreno estiman que esa cifra se queda corta.
Esta situación límite conmueve en lo más hondo al visitante, encandilado por la formidable acogida que tributan los etíopes y la belleza de sus paisajes y sus gentes, así como por esa sensación que transmiten los nativos de saber disfrutar y agradecer lo poco que tienen en un país donde, a diferencia de Euskadi, la continuidad de la vida no se da por supuesta.
Un ejemplo de esta actitud es la aldea de Mayafulalu, cerca de Meki. Sus habitantes se sienten ricos porque disponen de una fuente, electricidad y una escuela, además de una iglesia y un molino, edificados con los donativos de un hondarribiarra y un notario donostiarra, respectivamente, que no quieren ser conocidos por ello. Selam, embarazada de ocho meses, considera que vive «mejor que la reina de Inglaterra» porque ya no tiene que andar 14 kilómetros para traer agua o para moler el grano.
Lejos de la imagen de miseria y hambre que asociamos con Etiopía, el país africano constituye un destino turístico singular, con sus monumentos, sus parques naturales y, sobre todo, su gente.