lunes, 14 de octubre de 2013

Democracia directa

POLÍTICA

Madrazo defiende la aplicación en Euskadi de los modelos de democracia directa y participación ciudadana que ha conocido sobre el terreno en Suiza y la región italiana de la Toscana
16.11.08 -

La democracia de Hans
Guignard, alcalde de Aarau, con Madrazo y Bilbao 'votan' en una urna del siglo XIX. /M. DÍAZ DE RADA Varios agentes de policía en una calle peatonal de Florencia. /MANUEL DÍAZ DE RADA
DV. Hans es uno de los 370.000 habitantes de Zurich, la principal ciudad de Suiza. El próximo día 30 tiene una cita con las urnas, como el resto de los 7.554.000 de habitantes del país. En su municipio, Hans tendrá derecho a votar sobre catorce cuestiones, cuatro de ellas comunes a toda la confederación. Éste suizo medio votará a favor de que los delitos de pornografía infantil no prescriban y de prolongar el tranvía hasta el zoológico, adonde lleva de vez en cuando a sus hijos.
Pensando en sus padres, que han trabajado toda la vida y tienen problemas de salud, respaldará que se flexibilice la edad de jubilación y la libre elección de medicamentos. El resto de las cuestiones planteadas, sin embargo, no le entusiasman o no tiene una opinión formada sobre ellas, así que se abstendrá. Ésta es la cuarta vez este año que se pide su parecer sobre diversos temas, pero nunca se cansa, y sólo conoce a una persona que admite pertenecer al 10% de suizos que no vota nunca.
Hans está orgulloso de ser suizo y el principal motivo, como para el 70% de sus compatriotas, es su sistema político. Se sorprende cuando conoce que en la Unión Europea, a la que Suiza no pertenece, se suspendieron los referendums sobre la Constitución Europea ante el riesgo de que no saliese aprobada tras el rechazo de Francia y Holanda. Hans no dejaría que Bruselas decidiera asuntos importantes por él.
Oposición ciudadana
A lo largo de su vida, nuestro suizo medio ha firmado varias iniciativas populares para enmendar la Constitución federal o proponer leyes, proyectos que requieren 100.000 firmas en menos de 18 meses para poder ser votados por los ciudadanos. Los suizos también pueden derogar leyes ratificadas por el Parlamento mediante referendums, que se celebran si quienes se oponen reúnen 50.000 firmas en cien días.
Además, las instituciones deben consultar a la ciudadanía cualquier reforma constitucional, y los cantones o estados están obligados a someter a votación popular las inversiones superiores a determinadas cantidades.
Zurich está gobernada por una coalición de conservadores, cristiano demócratas y social demócratas. Las alianzas de amplio espectro son muy comunes en el país helvético, donde la verdadera labor opositora está en manos de los ciudadanos, a quienes no les importa demasiado quién les gobierne.
A Hans no le extraña que un ministro de un gobierno regional de otro país europeo haya visitado recientemente el suyo para conocer sobre el terreno su sistema político. En este caso, el dirigente es el consejero de Vivienda y de Asuntos Sociales del Gobierno Vasco, Javier Madrazo, que, junto con la directora de Participación Ciudadana, Kontxi Bilbao, ha mantenido varias entrevistas esta semana con líderes locales y con expertos en democracia directa en las ciudades suizas de Aarau, Zurich y Berna, y en la capital de la región italiana de la Toscana, Florencia.
En Aarau, Madrazo y Bilbao se reunieron con el alcalde, Marcel Guignard, y el jefe de la Administración Local, Martin Gossweiler, quienes les mostraron una urna de madera del siglo XIX, prueba palpable de la tradición de la democracia directa en Suiza.
«De, por y para el pueblo»
Después, en el Centro para la Democracia de Aarau, el consejero recordó que la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, «no de, por y para los partidos ni el capital». Y por eso, Madrazo aspira a «democratizar la democracia» vasca tomando a Suiza como modelo. Envidia que allí «no existe límite a la voluntad popular» y que la sociedad civil es por ello «más activa, viva y comprometida». Además, considera que la ciudadanía vasca «reivindica» la democracia directa.
De vuelta en Zurich, la delegación vasca visitó el museo Cabaret Voltaire, dedicado al dadaísmo y activo centro cultural. Allí conocieron, entre otros, al director del Centro para la Vida Independiente de Zurich, Peter Wehrli.
Este activista, en silla de ruedas, lucha por los derechos de las personas discapacitadas en un país donde la accesibilidad es una asignatura pendiente. Su organización ha promovido dos referendums que ha perdido, en parte porque el Gobierno y algunos medios de comunicación hicieron una campaña para poner en duda la discapacidad de todos los demandantes. Aún así, Wehrli está satisfecho con el sistema, por haber podido llevar el tema al debate social y porque él también vota sobre otros asuntos.
Comienzo en la Toscana
La siguiente etapa del viaje llevó a la delegación a Florencia, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO por ser cuna y ciudad-museo del arte renacentista. El Departamento de Vivienda y Asuntos Sociales se acercó hasta la capital de la Toscana no por su belleza, sino porque esta región italiana está dando sus primeros pasos en la democracia deliberativa, un modelo que comparte con el suizo su voluntad de escuchar a la ciudadanía.
El consejero toscano de Reformas Institucionales y de Relaciones con los Entes Locales, Agostino Fragai, y la Autoridad para la Participación, Rodolfo Lewanski, expusieron a la delegación vasca el potencial de la ley de referendums aprobada en la región en noviembre de 2007. Pero el principal instrumento en el que se basa el sistema toscano es el debate público, que para Lewanski «ahorra tiempo» porque se evitan vetos y recursos posteriores. La Autoridad ha recibido en estos meses 35 solicitudes para abrir debates por parte de gobiernos locales, ciudadanos, escuelas y empresas.
Fragai, Madrazo y Lewanski convinieron en que las fórmulas de democracia participativa pueden ser la respuesta a la pérdida de confianza en la política y a la «pérdida de legitimidad» de la democracia representativa, así como a los grandes retos a los que se enfrenta Occidente, como la crisis económica.
Madrazo es consciente de que no se puede hacer una «traslación mimética» de los modelos suizo y toscano a Euskadi, pero destacó que «sí podemos y debemos aprender mucho» de sus experiencias, con las que el Gobierno Vasco ha acordado colaborar. De hecho, Fragai desea crear una Fundación Europea de la Democracia Deliberativa y que el Ejecutivo al que pertenece Madrazo participe.
El consejero vasco mostró su intención de promover una red de regiones europeas a favor de la participación ciudadana. Si prospera y contribuye a hacer más participativa la democracia europea, tal vez Hans vea con mejores ojos a la Unión Europea desde Suiza, donde los resultados de los referendums se anuncian con la frase: «El soberano ha decidido».

miércoles, 9 de octubre de 2013

"Una de cada cinco personas ha sufrido abusos sexuales en la infancia"

Entrevista publicada por EL DIARIO VASCO en 2009

«Una de cada cinco personas ha sufrido abusos sexuales en la infancia»

Su padre abusó de él y Joan, a través de sus libros, denuncia esta lacra oculta

«Una de cada cinco personas ha sufrido abusos sexuales en la infancia»
Joan Montané, con el libro que presentó en Donostia. /USOZ
Si está en la calle, mire a su alrededor. Una de cada cinco personas que vea sufrió abusos sexuales en la infancia, según el escritor barcelonés Joan Montané. Por lo que él y otros muchos sostienen, los agresores tampoco andan lejos, y muy posiblemente usted los trata a diario. ¿Debe cundir la desconfianza? «El enemigo está en casa», advierte Montané, quien el viernes presentó en Donostia su libro Los niños que un día dejaron de soñar, arropado por la asociación de víctimas guipuzcoana, GASJE.
- Asegura que una de cada cuatro mujeres y uno de cada cinco hombres han sufrido abusos sexuales en su infancia.
- Las estadísticas siempre hay que tomarlas como una referencia para hacernos una idea de la gravedad del abuso. Las más manejadas arrojan que el 20% de la población ha sufrido abusos sexuales antes de los 17 años, desde los más graves hasta tocamientos o exhibicionismo.
- ¿Cómo se calcula?
- No soy un gran fan de las estadísticas en este sentido. Te llevan a preguntarte quién responde a estas cuestiones. Normalmente se toman sitios de referencia que a lo mejor no son del todo parciales. El catedrático de Salamanca Félix López fue quien hizo los únicos estudios oficiales en España hasta la fecha. Concluyó que el 15% de los hombres y el 23% de las mujeres han sufrido abusos sexuales en su infancia. La estadística se hizo en universidades y en toda España a nivel representativo. Es el único estudio fiable y bien elaborado realizado en el Estado.
- ¿Quiénes son los autores? Estas cifras nos llevan a preguntarnos si debemos desconfiar de nuestros allegados.
- De pequeños, nos advierten contra los desconocidos, pero no sobre los conocidos. Gracias al foro que administro, que usan miles de víctimas, hice mis propias estadísticas. Pregunté por los autores y participaron doscientas personas. Entre el 60 y el 70% de sus abusadores habían sido familiares; los conocidos, personas del entorno además de la propia familia, representaban más del 90%; sólo el 4 o el 5% de los agresores habían sido personas absolutamente ajenas, extrañas a ellos. El enemigo está en casa, más que fuera.
- Su padre abusó de usted durante años. ¿A qué edad comenzó su pesadilla?
- Es una pregunta difícil de contestar cuando el abuso ha sido intrafamiliar. Si hablamos de abusos externos que pueden suponer un shock, un antes y un después en el niño, es más fácil precisar. En los familiares, el agresor normalmente ya tiene una estrategia y lo presenta como un juego a un niño pequeño que no sabe qué es un abuso sexual. Para cuando tienes una edad en la que te das cuenta de que no es normal, ya estás atrapado en esta situación. Yo tengo recuerdos de haberlos sufrido a los seis o siete años, pero es muy probable que empezaran antes.
- Su anterior libro se llama Cuando estuvimos muertos. ¿Esa frase describió su vida?
- Sí, porque es una época en la que una parte de ti está muerta. Cuando lo verbalizas y te enfrentas a ello, te das cuenta de que antes estabas muerto.
- No fue consciente de los abusos sufridos hasta 2001, con 38 años. ¿Cómo llegó a esa consciencia?
- Algunos no lo recuerdan, pero yo nunca lo olvidé, porque fueron continuados y hasta una edad avanzada. Por más que la mente se esfuerce en olvidar los hechos traumáticos, en mi caso no era posible. Lo recordaba, pero nunca pensaba en ello. Es algo que escondes en algún rincón de tu memoria, como en la papelera del ordenador. Sigue ahí y te sigue afectando, hasta que un día salió.
- ¿Cómo salió?
- De una manera imprevista, sin planearlo y sin ser consciente del significado que tenía lo que decía. Se lo conté a mi mujer cuando atravesábamos una crisis, debida a que los abusos me habían generado muchas secuelas y problemas. La relación estaba a punto de romperse. Un día, en una situación límite, se lo conté porque no veía otra salida. Ella sí que se hizo cargo del problema y entendió su gravedad, a mí me costó mucho más tiempo. Yo tenía una disociación tal que no había asumido que toda mi vida había estado condicionada por lo que sufrí en mi infancia. Fue un proceso de meses, en el que me ayudaron un psicólogo y, sobre todo, una asociación similar a la guipuzcoana GASJE.
- ¿Este trauma sólo se supera con el recuerdo?
- Se empieza a superar con el hecho de verbalizarlo, contarlo, sacarlo fuera, a cuanta más gente, mejor, y si te enfrentas al agresor, todavía mejor. Es el camino.
- ¿Se enfrentó a su padre?
- En cierta manera, sí. Fue mi mujer quien lo sacó a la luz en mi familia y a todos, y a partir de ahí no me quedó más remedio que enfrentarme a ello. Con mi padre, nos dijimos cuatro cosas y cortamos la relación y nunca volví a tenerla. Hace poco, murió.
- De pequeño, ¿dejó usted de soñar, como los niños de su libro?
- El primer libro era más vivencial, más testimonial y personal. Éste es una recopilación de toda la experiencia que he tenido, es más reflexivo, y está muy centrado en las secuelas. Te roban una parte muy importante de ti. Te quitan que puedas descubrir la sexualidad, que descubras muchas cosas, y también sueños.
- ¿Se puede reconocer a estos niños?
- Sí hay indicadores que pueden levantar sospechas. Las asociaciones tratan de formar a los profesionales en contacto con niños, como profesores y pediatras, para que se fijen en ellos. Estas pistas son, entre otros, los retrocesos evolutivos, como volver a orinarse en la cama o un bajón en las notas; conductas muy sexualizadas, impropias de la edad del menor; un niño que esté abusando de otro es un indicativo clarísimo; y los trastornos alimenticios.
- ¿Cuáles son las principales secuelas psicológicas?
- Baja autoestima, sentimiento de culpa (frases como 'yo podría haber hecho algo para que no ocurriera'). Las adicciones son comunes: alcohol o drogas, la comida, el juego. La anorexia, la bulimia y las autolesiones son frecuentes.
- ¿Se rompen familias?
-- Es el gran temor de quienes no hablan, pero contarlo es la única manera de superarlo, y en cuanto a las consecuencias, que cada cual asuma las suyas.

jueves, 3 de octubre de 2013

Esperanza para África

Publicado por EL DIARIO VASCO el 1 de diciembre de 2008.

 

DIA MUNDIAL CONTRA EL SIDA

Donde el sida significa muerte
La Fundación se ha implicado en proyectos para bloquear la transmisión del VIH de madres a hijos.
El sida es una pandemia global, pero es en África donde ha adquirido un carácter apocalíptico. Todas las cifras son aproximaciones, no hay estadísticas continentales ni estatales fiables. Para hacernos una idea del drama, en el suburbio de Kibera, dentro de la capital de Kenia, Nairobi, se calcula que la mitad de su millón de vecinos está infectado.
José Luis de Barrueta nunca estuvo en África y, sin embargo, este donostiarra, fallecido en 2004 a los 91 años, legó parte de su nada desdeñable patrimonio a combatir el sida en ese continente. Médico de formación, nunca ejerció y se dedicó a administrar la fortuna familiar. Su albacea, el notario honorario José María Segura, elogia cómo supo multiplicarla.
Gracias a esa habilidad, la Fundación Barrueta, que Segura preside, dispone de más de seis millones y medio de euros de los once que el filántropo legó para combatir la pandemia en el continente más castigado. El vicepresidente de la fundación es Pedro Arrambide, activo misionero hondarribiarra. Patxi Izulain, como secretario, y Koldo Muro completan el patronato. El coordinador sobre el terreno de todos los proyectos es el economista canadiense Claude De La Chevrotiere.
Arrambide seleccionó una serie de proyectos que el resto del patronato fue a conocer, primero a Eritrea y Etiopía en 2006, y el año pasado a Kenia. Segura anima a hacer «el camino de África» como se hace el de Santiago, porque el continente es «un vuelco del corazón». El notario jubilado recuerda a los niños depauperados de Halhal, en Eritrea. «Había un proyecto de alimentación. Acudieron las mujeres con sus hijos, pero se los llevaron al descubrir que no había comida para ellas, porque si las madres morían, qué iba a ser de los pequeños», lamenta.
También hay motivos para sonreír. Segura y Arrambide recuerdan emocionados la alegría «inenarrable» de un grupo de cien mujeres seropositivas en el barrio de Kasarani, en Nairobi, el año pasado. Les acababan de comunicar que les iban a dar leche en polvo para que alimentaran a sus bebés sin contagiarles a través de la lactancia. Muchas de aquellas mujeres estaban embarazadas, y el verano pasado, presentaron a sus bebés, libres de la infección, al misionero hondarribiarra.
Transmisión a los hijos
Precisamente, una de las prioridades de la fundación es evitar la transmisión de madres a hijos. Para ello, hay que informar a la madre, medicarla y evitar que dé de mamar. Segura y Arrambide destacan además lo conseguido en el centro Cotolengo, en el barrio de Karen, también en Nairobi, donde los bebés infectados por sus madres, si reciben una alimentación adecuada antes de los cinco días, eliminan el virus de sus cuerpos. Esta experiencia, financiada por Barrueta, es una de las fuentes de información fundamentales para la investigación contra el sida.
La fundación nunca se ha planteado el reparto de preservativos «ni los han pedido», subraya Arrambide. Segura explica por qué: «No son el tema. África es otro mundo». Primero, los hombres no los iban a usar. Segundo, si el sida se extiende tan rápido es por la prostitución y por las violaciones. En la aldea etíope de Mehalalu, los hombres pidieron una capilla, pero ellas rogaron un molino porque «cada vez» que salían a moler el grano, las violaban «a la ida y a la vuelta». Esas agresiones son habituales en África, donde las mujeres recorren largas distancias incluso para buscar agua.
Los otros tres frentes de Barrueta son los antirretrovirales, el combate contra las enfermedades oportunistas y la alimentación. Arrambide explica que hay mucho dinero para medicamentos contra el VIH en África. Y desvela que «una de las pocas cosas buenas que hizo Bush» fue crear un fondo para este fin de 15.000 millones de dólares, que posteriormente el Congreso de EE UU renovó con 45.000 más. Por ello, «los antirretrovirales salen gratis a muchos pacientes africanos», pero si están mal alimentados, «hacen más mal que bien».
Barrueta prefiere financiar a instituciones religiosas «porque dan garantía de continuidad y el coste de personal es mínimo». Señalan que la Iglesia Católica lleva la cuarta parte de todas las actividades contra el sida. Segura añade además que «los que más y mejor trabajan en África son los religiosos».
El notario y Arrambide dan una larga lista de congregaciones que llevan a cabo una labor impagable en Eritrea, Etiopía y Nairobi, donde muchas personas, antes condenadas a muerte por el virus, sobreviven gracias a ese trabajo abnegado y al testamento de un donostiarra que supo convertir el dinero en vida.

sábado, 28 de septiembre de 2013

Gipuzkoa late con Etiopía

"Gipuzkoa late con Etiopía" y "La doble maldición de las mujeres etíopes" fueron publicados en 2008 por EL DIARIO VASCO.

COOPERACIÓN, AYUDA VASCA EN ETIOPÍA

El país africano, clasificado en el puesto 169 de 177 en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, se beneficia de importantes ayudas vascas que permiten un desarrollo autosuficiente

Gipuzkoa late con Etiopía
Niños en la escuela de Mukeye. /MANUEL DÍAZ DE RADA
DV. El gran valle del Rift surca el altiplano etíope de noreste a suroeste. Mientras la capital del país, Addis Abeba, se encuentra a 2.500 metros de altura sobre el nivel del mar, Meki, enclavada en la vasta depresión y capital del distrito de Dugda Bora, está a 1.500. A dos horas en todoterreno por caminos imposibles, intransitables cuando llueve, se sitúa la aldea de Mukeye, en medio de la sabana donde crecen desperdigadas las acacias. Los prados y los cultivos están verdes porque todavía no ha concluido la temporada de lluvias. Dentro de unos meses, unos y otros se agostarán y el polvo será el dueño del ambiente.
Los lugareños se han reunido formando un arco ante un árbol solitario que sirve de punto de encuentro. Las mujeres, a un lado, emiten el armonioso chillido tradicional africano que recuerda al irrintzi; los hombres, a su derecha, cantan y dan palmas. Homenajean a dos extranjeros que han acudido desde un lejano país a más de 5.000 kilómetros de distancia para anunciarles un prodigioso regalo: la construcción de un pozo, financiado con 65.000 euros por Cáritas Gipuzkoa, que les evitará tener que caminar una media de entre tres y cuatro horas para recoger agua.
«Es increíble que hayáis venido desde tan lejos para ayudarnos. Vuestra llegada es como la de Dios», agradece el líder de la comunidad al consejero de Vivienda y Asuntos Sociales, Javier Madrazo, y al delegado de Cáritas Gipuzkoa, José Ramón Trebiño. Madrazo contesta que, pese a la distancia, los vascos allí reunidos llevan Etiopía en el corazón, y que es más lo que ellos nos dan que lo que reciben de nosotros.
Etiopía está clasificada en el puesto 169 de 177 en el Índice de Desarrollo Humano elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). El 60% de sus ochenta millones de habitantes viven bajo el umbral de una pobreza mucho más severa que la que conocemos en nuestro entorno. La mitad de la población padece desnutrición y más de dos millones de personas se encuentran en situación de inseguridad alimentaria crónica.
El hambre es una amenaza constante por la grave sequía que afecta a gran parte del país, pero sobre todo porque la mayoría de la población practica la agricultura de subsistencia con técnicas arcaicas, medievales, en campos sin irrigación y por tanto dependientes de las lluvias. Algunas zonas del país podrían ser el granero del resto, pero el subdesarrollo del sector agrario lo impide. En el país donde nace el Nilo Azul, el agua no escasea pero está desaprovechada. El 70% de la población no tiene acceso al agua potable.
Los habitantes del campo cuentan por lo menos con una red social de apoyo de la que carecen los pobres de entre los pobres de Addis Abeba, primera etapa de la expedición organizada por la consejería de Vivienda y Asuntos Sociales. Madrazo, impresionado por tanta miseria, anunció en la capital su intención de que el 25% de los fondos destinados a la cooperación por el Gobierno Vasco vayan a parar a África, continente con el que el primer mundo «tiene una deuda». «Se trata de salvar millones de vidas», advirtió.
Misionero
El hondarribiarra Pedro Arrambide, Premio al Cooperante Vasco 2006 y hermano de La Salle, recibió en Addis Abeba a la delegación vasca y la acompañó durante todo su viaje. Arrambide fue expulsado el año pasado de Eritrea, donde llevaba desde 1998. Un revés de los que alimentan «la gran tentación: perder la esperanza». El misionero no puede evitar en ocasiones la sensación de que los proyectos de desarrollo son «como dar aspirinas a un enfermo de cáncer», pero a sus 67 años no ceja en el empeño.
Una de las prioridades del Gobierno Vasco en África es la sanidad. Asuntos Sociales ha destinado 176.899 euros para ampliar el hospital de Adigrat, en la región norteña de Tigray, con un pabellón para tuberculosos y un área de maternidad y ginecología. La iniciativa ha sido promovida por Medicus Mundi Gipuzkoa y pretende atender a 500 enfermos de tuberculosis y a 3.000 mujeres en ginecología y partos al año.
El de Adigrat es el hospital de referencia para un millón de personas, pero sólo cuenta con cinco médicos y tiene capacidad para poco más de cien pacientes. Desde hace poco, se ha visto obligado a cobrar a los pacientes una cantidad pequeña pero imposible de sufragar para el 80% de la población de la zona, que carece de ingresos. Es por ello que Arrambide teme que la inversión realizada haya caído en saco roto.
Wucro se encuentra también en Tigray. En esta ciudad de 35.000 habitantes, el Gobierno Vasco ha financiado con 215.000 euros un proyecto de abastecimiento de agua de la Asociación de Ingenieros para la Cooperación. Comprende un pozo que surte a cuatro depósitos de un total de 400.000 litros de capacidad y pretende ampliar la precaria red de suministro.
Meki se encuentra a 135 kilómetros al sur de Addis Abeba. Es la sede del Vicariato Apostólico de Meki, una de las diez diócesis de la minoritaria Iglesia Católica en Etiopía, donde los coptos son el 60% de la población y los musulmanes el 30%. La Escuela Católica de Meki es la única en 60 kilómetros a la redonda que imparte todos los cursos del sistema educativo etíope hasta la universidad. Allí estudian Wondwosen y Geremew, de 13 años, que con los ojos brillantes de ilusión afirman que de mayores quieren ser científicos para descubrir la vacuna del sida.
La escuela es deficitaria, y será financiada, como los demás proyectos del Vicariato, con los ingresos obtenidos gracias al centro de formación y producción agrícola coordinado por el hermano de La Salle Amilcare Bocuccia en la cercana aldea de Abono Gebriel, a la orilla del lago Zwai. La granja echó a andar en enero, financiada con 250.000 euros de Cáritas Gipuzkoa, 150.000 de Cáritas España y 600.000 del Gobierno Vasco, que va a aportar otros tantos para la segunda fase.
Autosuficiencia
Las 30 hectáreas de cultivos de maíz, vid, papaya, fresa y mango transmiten esperanza. El proyecto aspira a la autosuficiencia y se basa en el principio de no dar peces al pobre, sino enseñarle a pescar. Se espera que los campesinos que trabajen en la granja apliquen lo aprendido en sus propias tierras, para lo que se les concederá microcréditos para comprar semillas, abono y herramientas.
En Weyo Serity, también cerca de Meki, se levanta un almacén gestionado por una cooperativa que compra el grano a los campesinos a un precio justo. Se construyó con las donaciones de Cáritas Austria y Cáritas España, y ha permitido que la sociedad que lo administra haya atesorado un millón de euros. El depósito y la granja de Meki son muestras de que, con una pequeña inversión inicial, los africanos pueden ser autosuficientes y protagonistas de su desarrollo. Como le dijo Javier Madrazo a un estudiante de Meki, el futuro de Etiopia está en sus manos.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Doble maldición

MUNDO

Las féminas sufren la ablación, violaciones, raptos y matrimonios forzosos y realizan el trabajo más duro


La doble maldición de las mujeres etíopes
Tres mujeres etíopes de la zona de Meki. /M. DÍAZ DE RADA
 
DV. La vida en Etiopía consiste en un ejercicio de supervivencia. A la dificultad de lograr el sustento, se suman las pésimas condiciones de higiene y sanitarias, en un país donde cada día mueren 350 personas infectadas por el sida y 370 lo contraen. Este Estado africano se encuentra en el puesto 169 de 177 en el Índice de Desarrollo Humano elaborado por la ONU. Y si nacer en Etiopía es una desgracia, hacerlo como mujer es una maldición.
Por las calles de la capital, Addis Abeba, llaman la atención los chadores que sólo dejan ver los ojos de las mujeres y que proliferan en los barrios somalíes. Pero el sometimiento de la mujer, en Etiopía, no entiende de religiones y se da tanto en ese 30% musulmán de la población como entre la mayoría cristiana.
Más de tres cuartas partes de las púberes son sometidas a la mutilación genital, una práctica ancestral muy arraigada en 28 países africanos. Las lesiones pueden causar la muerte, dolor crónico, infecciones, desorden post-traumático, complicaciones en el parto. Además de lo que persiguen: restringir el deseo sexual.
El Gobierno etíope ha prohibido la ablación y la castiga con hasta diez años de cárcel. Haile Amdeslassie, guía turístico, considera que el rito es ya imposible en las ciudades, especialmente en Addis Abeba, aunque admite que la protección de la Administración no es tan efectiva en las zonas rurales.
Los etíopes consideran a sus mujeres como un mero objeto sexual, según el misionero vasco Pedro Arrambide. Cuando las niñas crecen, «las violan, las secuestran, las venden o las casan con un viejo», denuncia. Las violaciones las exponen al sida, como también la prostitución, muy extendida.
Una buena muestra de la juventud con la que las etíopes son casadas, violadas o se ven obligadas a prostituirse la encontramos en las calles de Addis Abeba, donde abordan a los turistas niñas con un bebé a cuestas y un magro pecho adolescente al aire para evidenciar que la criatura no es su hermano pequeño.
Muchas de las niñas que acuden a la escuela de la misión Saint Mary, en Wucro, en la región norteña de Tigray, se tienen que prostituir para poder estudiar. Su director, el padre Ángel Olaran, explica que el año pasado 153 niñas acabaron sus abortos en el hospital, dando a entender que fueron muchas más las que se sometieron a interrupciones del embarazo con medios rudimentarios que no precisaron atención médica posterior.
Es común que casen a las niñas a los trece o catorce años, aunque la edad mínima legal son los quince. Si se obliga a contraer matrimonio a una chica menor, sus progenitores o el marido se ven expuestos a penas de cárcel. Pero una vez más, la cruda realidad desborda los cauces que marca la ley.
En las comunidades tradicionales, las mujeres están sometidas a sus maridos, quienes toman todas las decisiones. Su acceso a la tierra y la participación en las organizaciones y reuniones de la comunidad también dependen del cabeza de familia masculino.
Esfuerzo
Se espera de ellas que hagan todo el trabajo que rechazan los hombres, quienes en el campo se limitan a las tareas agrícolas, con la ayuda, eso sí, de sus esposas, madres e hijas. Las mujeres recorren largas distancias a pie para recoger agua y leña, llevar los productos al mercado o el grano a moler, incluso cuando están embarazadas. Esos interminables recorridos las exponen aún más al riesgo de ser violadas o secuestradas.
Recaen sobre ellas las tareas domésticas y el cuidado de los pequeños, los ancianos y los enfermos. Según un estudio de UNICEF, la mujer que vive en el campo trabaja una media de entre 15 y 18 horas diarias, y es responsable de más de la mitad de la producción agrícola de subsistencia.
Pero si mayor es la carga que pesa sobre ellas, también es superior su responsabilidad como virtud. Quienes trabajan en proyectos de cooperación y conceden micro-créditos en Etiopía se centran en las mujeres porque los hombres «se gastan el dinero en alcohol», critica Arrambide.
En las familias con pocos recursos, los chicos tienen prioridad para ir a la escuela. No obstante, en la Escuela Católica de Meki, a 135 kilómetros al sureste de Addis Abeba, el porcentaje de niñas en los primeros cursos se acerca al de niños. En cambio, el número de chicas que estudia secundaria es la mitad que el de ellos, y en los dos cursos preuniversitarios se reduce a un tercio por la temprana edad en la que ellas se convierten en madres o esposas.
Pero si logran acceder a la universidad, se ven catapultadas a la vida moderna y profesional. El Gobierno etíope está impulsando la educación superior e incluso mantiene a los universitarios mientras cursan sus estudios. Para ellas supone superar la doble maldición de ser mujer y etíope.

Un arcoiris de Euskadi a Guatemala

Seis jóvenes vascos y tres amigos desarrollaron unos talleres de arte en la escuela guatemalteca de La Cambalacha, a orillas del lago Atitlán

Pintando sonrisas en Atitlán
DV. Érase una vez un enorme volcán en lo que hoy es Guatemala. La gigantesca montaña de fuego explotó y las rocas salieron despedidas en todas direcciones, llegando incluso hasta Texas (EE UU). El descomunal cráter se llenó de agua, y ahora se llama lago Atitlán. Alrededor, los indios mayas que hablan cakchikel y tzutuhil establecieron sus hogares al pie de los volcanes. Plantaban maíz y lo asaban en fuegos que ahuyentaban a los jaguares. Hasta que llegaron unos hombres blancos que los esclavizaron y se quedaron la tierra durante casi quinientos años. Por eso hubo una guerra que duró tres décadas y en la que murieron muchos indios cuyos descendientes siguieron oprimidos. En los pueblos alrededor del lago, que ahora tenían nombres de apóstoles, los niños mayas crecían tristes, creían que no valían nada, y los padres de muchos de ellos bebían y les pegaban, como a sus madres, mientras los mayores les decían que todo era pecado.
Hasta que llegó una chica llamada Gabriela y les convirtió en los Niños Arco iris, los Jóvenes Arco iris y el Ejército del Arte, y les enseñó juegos nuevos, que eran especiales porque les permitían crear cosas maravillosas. Entonces, los pequeños mayas levantaron la mirada del suelo y divisaron en el horizonte la esperanza.
Siguen siendo pobres, las tierras no son suyas y sus padres todavía beben y miran al suelo, pero cada vez más miradas les siguen cuando llenan de color, música e ilusión las calles que durante quinientos años fueron tristes y donde ahora florecen sonrisas y brota el orgullo.
Durante el año pasado, seis jóvenes vascos, una catalana, un australiano y una británica, todos artistas, saltaron el océano en avión para enseñar en la escuela de Gabriela, La Cambalacha, en San Marcos La Laguna. David Aguilar, Mikel Etxandi, Lydia Iratxeta, Itxaso y Saioa Iribarren, Pello Gutiérrez, Eva López, Rebecca Wilkinson y Jesse Sullivan, apoyados por Banda Bat y Mikelazulo, fueron durante dos meses monitores en talleres de animación, títeres, recursos web, inglés, educación ambiental, pintura, movimiento y gesto, sonido.
Los jóvenes artistas encontraron allí a unos niños «muy agradecidos», disciplinados y responsables, a quienes cuesta «bastante» expresarse por siglos de educación represiva y los traumas del maltrato, la pobreza y la guerra, más que por el idioma, ya que aprenden castellano en las escuelas normales a las que van por las mañanas. La Cambalacha también visita esos colegios, y los maestros, antes recelosos, ahora lo agradecen porque ven que los niños están más motivados tras los talleres artísticos.
Valores
La escuela de Gabriela Cordón enseña a los niños valores, les enseña a expresarse, y desarrolla su personalidad para que tengan seguridad en sí mismos. Todo a través del arte. «Ha cambiado mi vida», asegura Gaspar. Pertenece al Ejército del Arte, como el resto de los mayores, «auténticos profesionales», según los voluntarios vascos. Dos han sido contratados en el hospital de San Pedro para hacer de payasos «toda la temporada», y otros nueve también cobrarán por impartir educación sexual en los pueblos a través del Proyecto Payaso. Los alumnos que concluyen sus estudios en La Cambalacha reciben además un título del Ministerio de Educación guatemalteco.
Fiesta de despedida
Cuando los nueve jóvenes artistas extranjeros se tenían que marchar, La Cambalacha les ofreció una fiesta de despedida en la que Api hizo su espectáculo de clown; Gaspar rapeó; Moisés bailó el kung fu-hip hop; Angélica y Santos contaron las leyendas que habían recopilado; Juanita presentó su encuesta sobre temas sociales; Diego dirigió a la comparsa en la ejecución de la canción que él había compuesto; Giovanni recitó un monólogo; Manasés, sus poemas; y los niños representaron una obra teatral. David, Lydia, Pello y los demás volvieron con la mochila cargada de recuerdos, experiencias y lecciones. Y regresaron con el corazón más grande. Tanto, que dejaron allí un pedacito.
La Cambalacha sigue allí, en San Marcos la Laguna, y el mapa para llegar está en un sitio mágico que está en todas partes y en ninguna a la vez y que se llama internet: www.lacambalacha.org. Los nueve jóvenes artistas piensan volver, aunque antes de poder planearlo tienen que reponer sus cuentas del esfuerzo económico que han realizado. Pero la que de verdad necesita ayuda económica es la propia escuela, porque con ilusión e imaginación no basta, ni siquiera allí.
Esto no es un cuento, no tiene final. El destino siempre está un paso más adelante, más allá del arco iris que une Euskadi con el lago Atitlán.

Sueños de niños de Tánger

Reportaje publicado por EL DIARIO VASCO

AL DÍA LOCAL

La asociación Sueños de Niños y Jóvenes trabaja por un futuro para cientos de menores marroquíes

Sueños que cumplir en Tánger
Ilargi Mayor y Mohcine Hammane, promotores de la asociación Sueños de Niños y Jóvenes. /MICHELENA 
 
Hay que vivir una situación muy desesperada para huir de tu país agarrado a los bajos de un camión. Para cambiar eso, la asociación Sueños de Niños y Jóvenes de Tánger trabaja con 300 menores de uno a 17 años de edad en Bir Chifa, un barrio marginal de la ciudad marroquí. Su objetivo es que tengan un futuro sin salir de allí. Tratan de prevenir mediante la educación que abandonen la escuela y acaben en la calle, que conduce a «la mayoría» al puerto. Son diez voluntarios, entre ellos los educadores sociales Mohcine Hammane e Ilargi Mayor.
La pareja lleva seis meses en Pamplona, la ciudad de Ilargi, y vinieron a Donostia para contar su experiencia en los Encuentros Interculturales que organiza la asociación socio-cultural local Banda Bat.
Pero es como si Mohcine estuviera en Tánger. «Hablamos de este tema y mi cabeza se va allí», comenta apesadumbrado.
Bir Chifa es el origen de muchos de los menores acogidos por la Diputación. Mohcine lo descubrió en el puerto de Tánger, donde trabajó más de siete años con los niños y adolescentes que no ven la hora de emigrar. Jóvenes que se esconden bajo los camiones o nadan hasta los barcos, y de los que demasiados mueren bajo las ruedas de los transportes o en el mar.
Por eso, hace ya casi tres años, Mohcine y algunos compañeros decidieron intervenir en el foco del problema, en Bir Chifa, donde más de la mitad de las familias, de nueve personas de media, viven con menos de 200 euros al mes. Un estudio sobre 800 familias les confirmó además que el 67% de los menores abandonan los estudios. Dejan clases abarrotadas, con «hasta cincuenta alumnos», donde unos profesores desbordados, y que en demasiadas ocasiones les han «castigado física y psicológicamente», no les echarán de menos. La mayoría de los padres son inmigrantes del campo, analfabetos que no dan mucha importancia al hecho, y que incluso empujan a sus hijos a que trabajen, sin importarles echarlos a la calle hasta que no vuelvan con una fuente de ingresos. En las largas noches sobre el asfalto, muchos hallan evasión y calor en el disolvente que inhalan.
Tánger sufre mucho paro. Los niños apenas encuentran trabajo como ayudantes en los mercados. Por eso emigran tantos aquí, primero al Estado y después a Euskadi, conocida por ofrecer más empleo y mejores ayudas sociales. Una vez aquí, descubren que no se les permite trabajar. No son pocos los que, entonces, delinquen, y su comportamiento se convierte en la mayor queja de sus educadores. Mohcine advierte de que vienen aquí «tras muchos años en la calle». Opina que los monitores vascos no conocen bien ese origen. Les invita a que hagan «un mayor esfuerzo por conocerlos, por adentrarse en su cultura, por saber de dónde han salido».
«Que puedan ser niños»
Los menores de Bir Chifa «sueñan con tener una vida mejor, con disponer de oportunidades», expone Mohcine. Pero también da importancia a que «los niños puedan ser niños». En el local de diez metros cuadrados que tiene alquilado Sueños, encuentran un espacio que «sienten como propio y donde pueden ser ellos mismos». La asociación trabaja allí con ellos y esporádicamente en las escuelas, así como con treinta madres, «pero es muy difícil acceder a la mujer en Marruecos». Con los padres y abuelos resulta más fácil.
Inculcan a los niños de Bir Chifa valores y principios, les enseñan sus derechos pero también sus obligaciones, y les dan recursos a través de la educación. La pequeña suma que reciben de donantes foráneos es para pagar el alquiler del local, aunque también reciben material. Con más dinero, podrían llegar a más niños, centrarse en ellos, disponer de más medios y un local mayor. Banda Bat ha solicitado una subvención al Ayuntamiento de San Sebastián para Sueños. Pero Mohcine e Ilargi confían en que, con el tiempo, no tengan que depender de la ayuda externa y el proyecto crezca «por sí mismo. Ojalá estemos formando a los educadores del futuro».
Ilargi se sumó al proyecto hace casi dos años, en el verano de 2007, poco antes de que la asociación se constituyera como tal. Ella y Mohcine esperan una niña para agosto que se llamará Aisa. Nacerá aquí, pero la criarán en Tánger. Esperan que, cuando crezca, si viene a Euskadi, que no sea porque no puede hacer sus sueños realidad al otro lado del estrecho.

lunes, 4 de marzo de 2013

DCA por accidente de tráfico

26.10.09 -  EL DIARIO VASCO

Jugar, reír y luchar para superarse

Los usuarios de Aita Menni de Donostia combaten contra sus lesiones cerebrales. Celebran el día reivindicativo de hoy compitiendo contra sus amigos de Bilbao



DV. «Si me caigo, lo más lejos es el suelo», bromea el donostiarra Oskar Redondo, de 31 años, con su excepcional sentido del humor. Una charla con él hace olvidar su diagnóstico: alteraciones conductuales, del lenguaje, de memoria y físicas. Necesita una silla de ruedas para andar por la calle, pero en interiores, anda con muleta. La causa, un golpe en la cabeza en un accidente de tráfico, hace ya doce años. «Y cuantos más años pasen, mejor».
El traumatismo craneoencefálico es una de las causas principales de Daño Cerebral Adquirido, el nombre que recibe la lesión en personas previamente sanas del órgano más importante del cuerpo y que coordina todos los demás. La otra son los ataques cerebrales o ictus, primera causa de muerte entre las mujeres y segunda en los hombres.
Muchas personas sobreviven a esos episodios con secuelas que varían según la zona del cerebro dañada. Puede afectar a la movilidad, los sentidos, la comunicación, la inteligencia, la atención, la memoria, las emociones y la conducta. El epidemiólogo Javier Mar ha calculado que alrededor de 11.000 vascos sufren discapacidad en la actualidad por el DCA.
Oskar es usuario del Centro de Día para personas con Daño Cerebral Adquirido que la fundación Aita Menni gestiona en Donostia desde 2002, como Félix y David, que se lo pasan fenomenal jugando al Boccia. Lanzan sus bolas, azules las de uno, rojas las del otro, lo más cerca posible de la blanca. Este deporte paralímpico, con reglas muy estrictas, es como una especie de petanca. «No vale cachondeo ni poner nervioso al contrincante», les advierte el director del recurso, Iñigo Urrutikoetxea.
Félix y David se preparan, como otros más de cincuenta deportistas discapacitados, para una jornada de deporte adaptado que se celebrará en Bilbao hoy con ocasión del Día del Daño Cerebral Aquirido. El evento está organizado por la Diputación Foral de Vizcaya, el Hospital Aita Menni y la Asociación de afectados y familiares ATECE, con delegación también en Gipuzkoa.
Ninguno de los usuarios del centro de Donostia está federado en deporte adaptado. «Lo hacemos como una actividad especial para motivarles, animarles», explica Urrutikoetxea. Y la fisioterapeuta, Arantzazu Álvarez, añade: «El deporte es bueno para todos. En este caso, para estas personas, les sirve para saber comportarse ante una normativa, para el aprendizaje y la memoria; y, físicamente, para la fuerza y la coordinación». Pero hasta ahora «se había dejado un poco de lado el deporte para ellos», lamenta.
En otra sala del centro, Jesús, Ibane, Oskar, David, Ainara y Peio juegan al voley globo, unos de pie y otros sentados en silla de ruedas. Llevan «horas de entrenamiento, aunque aquí se trata de algo más participativo. A Bilbao vamos a ganar», afirma Arantzazu con una sonrisa. El cartel que preside la estancia dice Aupa Aita Menni. Donostia aurrera. De aquí irán a Bilbao cinco practicantes de Boccia y seis de volei adaptado.
«Si tuerces, retrocedes»
Oskar cree que la experiencia será «subir de nivel». Sabe que tiene que ir «recto» en su esfuerzo por recuperar y mantener sus funciones. «Si te tuerces, retrocedes. En mi vida anterior, me torcí y tuve el accidente». Fue el 23 de noviembre de 1997, a primera hora de la mañana. Conducía otro. Oskar iba dormido cuando sucedió. De los cuatro ocupantes del vehículo, dos murieron. Volvían de haber estado de fiesta por Navarra.
Tras el brutal golpe en la cabeza, Oskar pasó dos meses en coma profundo y muchos más en estado vegetativo, pero todo eso se lo han contado. Perdió completamente la movilidad. «Estaba muerto», describe. Primero estuvo en el hospital Virgen del Camino, en Navarra, donde decían que «si salía adelante, quedaría como un vegetal. Pero ahora no paro quieto», dice con su habitual optimismo. «Por eso salí bien del coma. Si hubiera sido negativo, estaría bajo tierra». Lleva en el centro de día de Aita Menni desde su apertura. En estos siete años, siempre atendido por el amplio equipo de especialistas para sus problemas, ha ganado autonomía, según confirma Arantzazu.
Oskar insiste en que «hay que tomárselo con humor y con calma. Mejor despacio y con buena letra, para no torcerse». En el centro, además de voley, hace manualidades, figuras y cuadros, usa el ordenador y los martes y los miércoles aprende a cocinar, para echar una mano a su madre. «Ella vive conmigo», establece.
«Galán de telenovela»
Félix también tiene buen humor. Este hernaniarra de 32 años se ríe con su nombre «de galán de telenovela»: Félix Enrique, y, por apellidos, Miguel Lorenzo. Su historia no es muy distinta de la de Oskar: también venía de Navarra cuando sufrió un accidente. El suyo fue en diciembre de 1999. Habían ido dos amigos a por un billete de lotería. El otro, que conducía, se recuperó en dos o tres meses.
Félix estuvo «unos dos meses en coma» en Pamplona. Le han contado que, una vez hubo recuperado la consciencia, se alegró mucho cuando le llevaron a su perro Xandor, que sigue con él y sus padres, y a partir de ese momento empezó a estar «más despierto». Tras un año en la capital navarra, pasó por la Unidad de Daño cerebral del Hospital de Aita Menni en Arrasate y por el centro de ATECE en Intxaurrondo antes de estrenar el centro de día de Donostia en 2002, exactamente igual que Oskar.
Cuando llegó, Félix necesitaba un andador, pero ahora se desplaza por interiores con un bastón tetrapodal y «con seguridad», señala Arantzazu. Felix añade, medio en broma, medio en serio: «No sé si he mejorado mucho, pero por lo menos lo he intentado». Para exteriores, necesita silla de ruedas y la ayuda de otra persona. Ha hecho esquí adaptado y, como el resto de los usuarios, se ha bañado en La Concha con las muletas anfibias. Le habría gustado que la competición de hoy fuera de bicicleta estática, pues la usa todos los días, en su casa y en el centro.
Allí le enseñaron a usar el ordenador y el móvil. La agenda de este último le viene muy bien por la alteración de su memoria. «Se me olvidan un poco las cosas, pero generalmente, recuerdo bien». También confecciona un álbum con fotos, notas y documentos que le ayudan a revivir su pasado reciente. Hoy le gustaría escribir «que hemos arrasado, que no hemos tenido piedad con ellos. Ellos están más metidos en el tema, supongo que lo harán mejor, pero no vamos a acobardarnos». Porque nunca lo hacen.

martes, 12 de febrero de 2013

El combate de Nando

Segunda parte del reportaje 'La segunda vida de Estitxu y Nando', publicado por EL DIARIO VASCO en octubre de 2008



El combate de Nando
«Una vida salvada merece ser vivida». Es el lema de ATECE, asociación de afectados de Daño Cerebral Adquirido de Gipuzkoa. A ella pertenece Nando de Sosa, hernaniarra de 57 años. Su combate comenzó también en mayo de 1998, cuando sufrió un derrame cerebral mientras ejercía su profesión, electricista, en Lazkao. Las fuerzas abandonaron el lado derecho de su cuerpo y perdió el habla, pero llegó consciente al hospital de Zumarraga, donde cayó en coma. Los médicos no esperaban que sobreviviese, pero no contaban con el carácter de este antiguo jugador de rugby.
Despertó doce horas después en la UVI del Hospital Donostia, donde también se encontraba Estitxu, de quien después se haría amigo. Nando abrió los ojos, pero no sabía quién era ni dónde se encontraba, no podía hablar ni moverse y no reconoció a su mujer, Lourdes, ni a su familia. Estuvo en ese estado durante un mes.
A los tres meses, soltó su primera palabra: «¡Hostia!», cuando su mujer y un amigo le estaban «agobiando» a base de preguntas. Después pasó ocho semanas sin decir nada, pero consiguió recuperar el habla, aunque le cuesta y en ocasiones pierde el hilo por el deterioro de su memoria. Pero se defiende, «gracias a las logopedas de ATECE», que le han enseñado «a hablar con tranquilidad».
Sufre una hemiplejia, es decir, una inmovilidad en la mitad de su cuerpo, en su caso la derecha, porque el derrame afectó al lado izquierdo de su cerebro, como evidencia un hoyo en ese lado de la cabeza. Necesita una muleta para caminar, pero lo hace todos los días. Le costó mucho hacerse zurdo, pero a día de hoy escribe «mejor» con su mano útil que antes con la diestra.
También pinta, en el centro de ATECE, donde ha aprendido a usar el ordenador, y los viernes va a la piscina con el resto de usuarios. Lo que más añora de su vida anterior es «trabajar y pensar con claridad».
Pero no tiene, en cambio, que echar de menos a nadie. Nando es «uno más» de la misma cuadrilla de toda la vida, con la que viaja a las Landas en Semana Santa, aunque llevan «tres o cuatro años sin ir». También va de vacaciones con Lourdes, «alguna vez», a Fuengirola, y ha vuelto «encantado» de Granada, a donde lo llevó ATECE en mayo.
Nando protesta contra la conducción brusca de los autobuses, que amenaza con tirar a las personas que, como él, carecen de estabilidad. Además, critica que paran «a un metro» de la acera y pide que los inclinen para que puedan bajar discapacitados como él y mayores. Pero no se limita a protestar verbalmente. Saca fotos de los coches aparcados indebidamente en las plazas para discapacitados y en los pasos de cebra y planea una exposición. «Con matrículas», advierte.

La segunda vida de Estitxu

El daño cerebral adquirido afecta a unos 11.000 vascos, pero la red de rehabilitación es mínima. Dos afectados explican su experiencia desde que volvieron a nacer


DV. Estitxu Amador tenía 25 años en 1998, cuando ejercía su profesión, ingeniera informática, en Madrid, donde vivía con su novio Santi y sus tres gatos. Le gustaba leer, correr, patinar, nadar... Tenía la carrera de música, tocaba el txistu y daba clases. Hablaba «perfectamente» euskera y francés. Había aprovechado bien un cuarto de siglo y tenía toda la vida por delante.
José Manuel habla de su hija con orgullo de padre, mientras la acercan a la mesa en su silla de ruedas. Estitxu tiene la cabeza gacha y el rostro inexpresivo. «Eh, joven, ¿esa carita?», le insta su padre, y ella la levanta y sonríe como puede, más con sus ojos que con sus labios.
En el puente de mayo de 1998, Estitxu estaba en casa de sus padres en Donostia. De repente, se agarró la cabeza, exclamó 'qué dolor', «y ahí se acabó. Perdió la consciencia y se le volvieron los ojos». José Manuel recuerda el momento de la hemorragia cerebral y ella sufre al oírle. Tras debatirse entre la vida y la muerte, volvió a nacer. «Un día abrió los ojillos, y poco a poco fuimos viviendo». Comenzaron a comunicarse con parpadeos: uno, «sí»; dos, «no». Así descubrieron que su cabeza estaba «bien». Santi no estaba allí.
Estitxu padece daño cerebral adquirido (DCA), es decir, una lesión en el órgano más importante del cuerpo y que coordina todos los demás. Sus causas principales son los accidentes que provocan traumatismos craneoencefálicos y los ataques cerebrales, también llamados ictus, primera causa de muerte entre las mujeres y segunda en los hombres.
Muchas personas sobreviven a esos episodios con secuelas que varían según la zona del cerebro dañada. Puede afectar a la movilidad, los sentidos, la comunicación, la inteligencia, la atención, la memoria, las emociones y la conducta. El epidemiólogo Javier Mar ha calculado que alrededor de 11.000 vascos sufren discapacidad en la actualidad por el DCA.
Dependiente
Estitxu ha perdido, aunque no en su totalidad, la movilidad de brazos y piernas. Hay que llevarla al baño, desplazarla, partirle la comida, asearla... «Está estabilizada y no se esperan cambios», informa el responsable del centro de día de Aita Menni en Donostia, el psicólogo Iñigo Urrutikoetxea. También señala que su consciencia, su atención y su memoria están «relativamente preservadas».
Con el ordenador del centro, Estitxu sólo necesita tiempo para comunicarse. El segundero del reloj, sobre la mesa, recuerda su paso con varios latidos entre clic y clic del ratón con el que ella señala letras en la pantalla. Escribe mayúsculas, tildes, puntúa bien y corrige las erratas. Después, manda a la máquina que lo diga por ella.
Así, Estitxu explica que, cuando se dio cuenta de que no se podía mover, sintió como si se hubiera terminado su vida. «No fue así, afortunadamente», interviene José Manuel, siempre sonriente, porque casi pierde a una hija. Ella continúa: durante cuatro años, conservó la esperanza de volver a moverse, pero en 2002, en Barcelona, tras operarle, le dijeron que no podían hacer más. Aquello fue «más duro», si cabe, que despertarse tras el ataque.
«Me gustaría enormemente poder volver a ser quien yo era», escribe. Lo que más echa de menos es su autonomía, poder hablar y andar por sí misma, que es lo que hace en sus sueños. Sufre mucha ansiedad, confinada dentro de su cuerpo inerte.
Viaja con sus padres. El lugar que más le ha gustado es la Alhambra granadina y volvería a Cuba. Pero en casa es «feliz». Le gusta la televisión, sobre todo el concurso Pasapalabra. Escucha a Queen y George Michael. En el centro, lo que más le place es la comida, la siesta y el ordenador. Sus amigos de antes siguen con su vida y a veces le visitan.
Santi reapareció cuatro años después del accidente. Llama la atención ese retorno tardío tras su ausencia inicial. «Pero él era, y sigue siendo, mi novio», escribe Estitxu en un cuaderno, y lo subraya con una mirada feliz que no admite dudas. Se mandan correos y poco importa que no se hayan visto en los últimos cinco años. Ella lo ve por las noches en sus sueños, en los que incluso se han casado. Después, despierta, la traen al centro, y a vivir, día a día. «Qué remedio», dice con un hilo de voz, mientras sonríe con sus ojos azules.
Próximamente, La segunda vida de Nando

Flores en la carretera - La sonrisa de Rubén

Final del reportaje 'Flores en la carretera' publicado por EL DIARIO VASCO en enero de 2008.

«Recuerdo a mi hijo siempre sonriente»


Rubén Arrieta contaba 19 años cuando falleció por accidente sin salir de su pueblo, Zarautz, el 7 de agosto de 2005. «Siempre decía que iba a morir en moto, pero nunca pensé...», recuerda su madre, Luisa Morilla. El joven chocó con su motocicleta contra un automóvil cuya conductora, joven y principiante, había realizado una maniobra indebida, «un error que puede cometer cualquiera. Sin embargo, José, el padre de Rubén, la culpa. Ha sufrido mucho, como mi madre y el pequeño, Joseba, que ahora empieza a remontar».

Luisa vela por que siempre haya flores en el lugar donde murió Rubén. «Como madre, hay un antes y un después». Llora serena mientras cuenta su historia. «Es como si te pusieran una losa encima de la cabeza». Le consuela que «fue muy feliz toda su vida. Viajó mucho, tuvo el amor de una chica... Vivió cosas que mucha gente con 60 no ha vivido. Era muy inteligente. Hubo una etapa en la que no quería estudiar, pero cuando murió estaba a punto de acabar el bachiller».

«Se proponía ser piloto, la aviación era su pasión. En un vuelo, le dejaron entrar en la cabina y el capitán dijo que era el aficionado que había conocido que más sabía de aviones. Era un manitas y trabajaba en un bar. Lo recuerdo siempre sonriente y muy alegre. El último día fue muy especial, bonito y entrañable, y lo siento como una despedida. Le decía todos los días que lo quería. Hay que decirlo».

Rubén murió a las 10.50 horas, y Luisa se sintió indispuesta a las 11, cuando estaba en Donostia con su pareja, Óscar. A las 12 les informaron del accidente. Camino de Zarautz, Luisa intuyó lo peor: «Rubén ha muerto», y el «frío, el vacío y el dolor» se apoderaron de ella.

«Es un dolor con el que hay que aprender a vivir. Tengo una madre, una pareja y un hijo que también me necesitan. Vivo el día a día. Siento la falta de mi hijo, no la muerte, porque creo que hay una vida mejor después de esta. Todos los días hablo de Rubén, lo lloro y río con él, y también a diario pido a Dios que no se lleve a Joseba --siento miedo cuando suena el teléfono".

"Rubén está conmigo. Siempre busco una estrella en el cielo y la encuentro antes de llegar a Zarautz. Sueño con él, que siempre se ríe, y me da mucha paz». Un avión surca el cielo. Luisa lo mira complacida. «Mira, ahí va».

lunes, 11 de febrero de 2013

Flores en la carretera - En el nombre del hijo

Continúo reproduciendo el reportaje 'Flores en la carretera' publicado por EL DIARIO VASCO en enero de 2008.

«¿Por quién luchar si no es por un hijo?»


La frontera que separa el accidente del homicidio la fijó un juez en el siguiente caso. El culpable, Laurent Marcel P. M., transportaba 872 kilogramos de hachís por la A-8, a la altura de Itziar, en un Touareg blindado. Avistó un control de la Guardia Civil, dio media vuelta y huyó en dirección contraria. A lo largo de 7 kilómetros, la suerte sonrió a varios conductores. Iosu Trujillo y Teresa Ruiz, sin embargo, no pudieron esquivarlo.

Era medianoche del 18 de febrero de 2005. Las víctimas contaban 33 y 35 años, respectivamente. La parte delantera del Rover 45 que conducían quedó completamente destruida. El habitáculo interior del Touareg, en cambio, resultó intacto. Laurent Marcel fue condenado a 15 años de prisión.

La Ertzaintza consiguió dar con el padre de Iosu, José Luis, a las nueve de la mañana. El estrés que le causó la noticia le reventó el oído derecho, pero no se dio cuenta hasta dos semanas después, gracias al teléfono. Ahora está a la espera de una operación para recuperar la audición.

Tenían una relación muy estrecha -«era amigo además de hijo»- que no se ha interrumpido. José Luis lleva el reloj de Iosu, y usa habitualmente ropa del «chaval». «No he acudido a ningún psicólogo porque ya sé lo que tengo. Al chaval de la cabeza no me lo puedo quitar. Estoy viviendo siempre con él». Asegura que no se siente «la misma persona» y que ha perdido la tranquilidad, pero por lo menos ha conseguido dormir mejor y sin pastillas.

Este mecánico jubilado honra la memoria de su hijo. «Era un chaval majísimo. Era como son las personas». A los 23 años, Iosu, cuya inteligencia deslumbraba a compañeros y profesores, se convirtió en el ingeniero número uno de su promoción. Por aquel entonces falleció su madre, Lucía Vidán, por la que se desvivía. «Tras el accidente me decían: 'menos mal que no vive Lucía'».

Iosu era muy apreciado por sus compañeros, entre ellos su hermano José Luis. Fue un año campeón del interpueblos de pelota, deporte que practicaba en el pueblo de su madre, Alda, en Álava, donde le tributaron un homenaje el pasado 24 de noviembre. También era un «excelente» conductor. José Luis siempre lo dejaba conducir porque «era mucho más responsable. Jamás había tenido un accidente. Además, era abstemio».

Teresa y Iosu se conocieron en San Fermín tres años antes del accidente. En 2005, residían en Altza y ella era matrona en el Hospital Donostia. Además, trabajaba como cooperante en verano. Planeaban casarse, y a Iosu se le notaba encantado con la primera hija de su otra hermana, Jaione -«a la segunda no la ha conocido». El abogado Miguel Alonso los definió como «personas válidas en la sociedad».

Cuando José Luis anunció que se iba a personar en el juicio contra el traficante, le advirtieron que le iba a costar dinero. «Como si me tengo que arruinar. Si no es por un hijo, ¿por quién vas a luchar?». Pero no guarda rencor a Laurent Marcel. «Tenía la misma edad y le esperan muchos años de cárcel. No puedo evitar sentir pena por él aunque me haya matado al hijo».

domingo, 10 de febrero de 2013

Flores en la carretera - No fue un accidente

Reportaje publicado por EL DIARIO VASCO en enero de 2008

Flores en la carretera

La carretera y la violencia vial se cobran vidas y marcan otras. Los familiares honran a sus víctimas con el recuerdo y la lucha por la justicia. Así lo hacen tres familias que han sufrido esta amarga experiencia

SAN SEBASTIÁN. DV. Euskadi registró 70 fallecidos en accidentes de tráfico en 2007, lo que supone un descenso del 18,6% respecto a los 86 decesos registrados el año anterior. Unas cifras que sólo tienen en cuenta a los fallecidos en vías interurbanas en las primeras 24 horas tras el choque, y que no distinguen entre accidentes, casuales, y los que no son fruto del azar, sino directamente imputables a conductores temerarios. Hay que considerar el descenso, pero sin perder de vista que esa cifra incompleta computa dramas como los que narran Josetxo, José Luis y Luisa.

«No fue un accidente, sino un asesinato»


El primer accidente mortal de 2007 en Gipuzkoa sucedió la media noche entre el 1 y el 2 de enero. Cinco miembros de una misma familia circulaban cerca de su pueblo, Hernani, cuando llegaron a un cambio de rasante sin visibilidad donde la velocidad máxima es de 70. De improviso, los embistió otro automóvil a gran velocidad. Su vehículo pasó de 70 a 0 en un instante, giró 180 grados y retrocedió cinco metros. El otro recorrió 15 metros más, con el motor haciendo de ancla.

Ángel Lázaro, el aitona, falleció al volante. Su nieta Haizea Etxeberria, de cuatro años, sufrió un traumatismo cerebral interno. Entró en la UCI de Pediatría del Hospital Donostia en brazos de su padre, Josetxo, que también se había llevado lo suyo: politraumatismo óseo y muscular completo sin fracturas, que implicó desgarros en toda la musculatura, inflamación de todos los huesos, costillas flotantes y aplastamiento de la quinta vértebra lumbar, con un hematoma en la médula espinal que le impidió sentir de cintura para abajo durante días.

Su esposa Susana Lázaro y su suegra Aurora Pérez tampoco salieron mejor paradas. Entre otras lesiones, ambas se rompieron fémur izquierdo y cadera; además, la segunda sufrió la fractura de ambos húmeros, esternón y pleura, y también entró en la UCI. A las cinco de la mañana, la pediatra solicitó a Susana y Josetxo su permiso para donar los órganos de Haizea en caso de muerte, dada su extrema gravedad. Consintieron y a las siete se pusieron en contacto con abogados, a los que trasladaron una sospecha: no había sido un accidente.

Haizea salió de peligro el día 8; Aurora, a las dos semanas. La familia recuerda indignada que, si hubieran muerto más de 24 horas después del choque, no habrían figurado en las estadísticas. Ninguno pudo asistir al entierro de Ángel, ni tampoco sumirse en el dolor: se impuso recuperarse y hacer frente a la adversidad. El 20 de enero, la Ertzaintza les notificó que el «agresor» dio 2,5 gramos de alcohol por litro de sangre. Más adelante, contrataron un perito que calculó la velocidad del «asesino al volante»: 144 kilómetros por hora en un tramo con un máximo de 70. «Los gritos de Haizea me impactaron tanto que hasta agosto no soportaba oírla llorar», recuerda Josetxo. «Pero no quiero olvidar nunca la imagen de mi hija medio muerta en mis brazos porque es lo que me da fuerzas para reivindicar que esto no vuelva a pasar. Tampoco podemos traicionar la memoria de Ángel. No fue un accidente, sino un asesinato en toda regla. He convertido en la causa de mi vida, mi cruzada, que el agresor sufra una pena proporcional, que cargue con las consecuencias de sus actos, para que se lo piensen dos veces. Contratan el seguro para matar gente, destrozar familias y evitar la cárcel».

«No nos van a comprar con dinero -que no llegue, es otro tema-. Exigimos responsabilidades penales. Llegaremos hasta el final», advierten, al igual que admiten que la situación económica es «insostenible». Han pedido dos créditos y no pueden calcular cuánto han adelantado, entre tratamientos -tras el alta con secuelas-, rehabilitación, traslados, cambios de domicilio y obras para adaptarlos, contratación de asistentes. Pero ni Josetxo ni Susana han repuesto las gafas deterioradas en el accidente. «Es cuestión de prioridades», como la de contratar al perito.

Agradecen a todo el personal de la planta tercera de Traumatología y la UCI de Pediatría del Hospital Donostia que se volcaran en su caso -«no hay palabras». Sin olvidar a familiares, amigos y vecinos, sin cuya ayuda no habrían podido salir adelante, ya que no podían cuidar unos de otros, dados los diversos grados de discapacidad y dependencia. «Este sufrimiento no se puede pagar con dinero». Para muestra de lo que les espera todavía, Susana, a sus 34 años, ya padece artrosis degenerativa.

«Si mi hija hubiera muerto, no habría tenido fuerzas para seguir adelante. Empecé a andar para no quedarme en silla de ruedas y cuidar de ella», revela Josetxo. Haizea superó la lesión cerebral sin secuelas aparentes -«ahora es la que mejor está»-, y a sus 5 años también lo tiene claro: «Aita, cuéntalo para que no nos vuelva a pasar».
(Continuará)

sábado, 2 de febrero de 2013

Perder las piernas en el trabajo

Continúo reproduciendo el reportaje "No podrán con nosotros" publicado por EL DIARIO VASCO en 2009


«Echo de menos poder valerme por mí mismo»

Abede Akass nació en Marruecos en 1979. Vino a España en 2000, aunque un mes después hizo una visita a su país de origen para casarse con su mujer, que se quedaría allí. Durante siete años, Akass desempeñó distintos trabajos, primero en Galicia y luego aquí en Gipuzkoa.
En 2007, Abede vivía en Aretxabaleta y trabajaba en una chatarrería local. El 31 de octubre de aquel año, la máquina que aplastaba el cartón se atascó. El joven se acercó para solucionar el problema. El aparato se puso en marcha de golpe, le atrapó ambas piernas y todo se hizo dolor. Se las arrancó casi hasta las rodillas. No perdió el conocimiento y los minutos se hicieron eternos mientras lo trasladaban al hospital comarcal de Arrasate.
En la cama del hospital, con su familia en Marruecos, Abede quedó «abandonado en manos de Dios». A los pocos días, lo trasladaron al Hospital de Santiago en Vitoria, y más tarde al de San José, en la misma ciudad y de la mutua Mutualia. El joven pasó un mes «muy largo y complicado, el más duro» de su vida, dominado por la soledad, la angustia y el dolor de los miembros que ya no tenía.
Al mes del accidente, Mutualia, a la que Abede está muy agradecido, trajo a sus padres y a su mujer desde Marruecos. El reencuentro fue un choque de sentimientos encontrados. La satisfacción del paciente, por fin con los suyos, se estrellaba contra el sufrimiento de unos padres que tenían ante sus ojos bañados de lágrimas a su hijo mutilado. Ellos tuvieron que regresar al país vecino, pero su esposa pudo permanecer junto a Abede en Vitoria, donde se quedaron por ser una ciudad mejor adaptada a sus problemas de movilidad. Los siete años de trabajo de Akass en España sirvieron para que la pareja pudiera vivir con sus ahorros. Ella no podía ponerse a trabajr porque él necesita asistencia continua. El tema de la pensión «está en manos de los profesionales». Todavía no saben «nada» de las ayudas de la Ley de Dependencia solicitadas.
Abede tiene que luchar todos los días, física y mentalmente. «Lo paso mal, no vamos a mentir». Hace rehabilitación de lunes a viernes, aunque a veces no le apetezca tras «darle vueltas» enfermizas a la cabeza. Con las prótesis que le compró la mutua y las muletas, puede andar algo, «¿y sabe cuánto?: 1.350 metros, pero llega a casa «cosido por el calor» y se las quita con los muñones ardiendo. Una vez allí, necesita ayuda hasta para lo más básico. Confiesa que más de una madrugada se ha hecho sus necesidades encima al no conseguir ponerse las prótesis para llegar al baño.
Abede añora «la vida, poder valerme por mí mismo, poder andar como los demás, subir al monte, nadar. El trabajo no; ahora, tras lo que me ha pasado, lo odio».

lunes, 28 de enero de 2013

Con la yugular cortada

FUENTE. diariovasco.com
Gustavo había trabajado cinco años como tornero hasta mayo de 2008, cuando llevaba tres meses como empleado temporal en una empresa ubicada en el polígono de Etxebarri de la capital vizcaína. Sabía que las virutas de hierro que despide el torno queman, pero no que podía pasar lo que le ocurrió. Por eso no exigió una mampara que le protegiera en el torno vertical que manejaba, del que los sobrantes de la pieza salen disparados en un arco de 360 grados.
El primer aviso le entró en el ojo en forma de viruta pese a que llevaba puestas las gafas de protección. Dos semanas después, otra se le clavó detrás de la rodilla y sangró abundantemente. A la semana del segundo percance, una tercera viruta salió disparada y le cortó la yugular. Fue el 3 de junio de 2008. Perdió el conocimiento y no sabe cuántos litros de sangre. En su cuerpo llegó a haber un 30% de oxígeno, cuando con menos de 80 ya aparecen secuelas. Los médicos no esperaban que sobreviviera.
Cuando estaba en coma en el hospital de Cruces, sufrió una trombosis en la pierna. Llamaron a su madre a las tres de la madrugada para que fuera, pero no le dijeron por qué. Ella creyó que su hijo había muerto.
Pero Gustavo sobrevivió y despertó tras doce días en coma. «¿Qué hago aquí?». Le contaron lo que le había pasado. «Imposible», contestó. No se creía que una viruta le pudiera atravesar. Su pierna no se recuperó tras la trombosis. Cuando me contó su historia, habían pasado diez meses desde el accidente. Tenía que llevar muletas y a pesar de los diez meses de rehabilitación no había conseguido restablecer la movilidad de su pie ni situarlo bien para poder apoyarlo. Por eso, el lunes 27 de abril de 2009 le operaron en Barcelona para fijarlo en 90 grados. Le dijeron que no tendría movilidad, pero podría pisar con él.
Un encargado de la empresa fue a verle al hospital. «Creo que para la foto», sospecha. «Después, no me llamaron ni una sola vez. No demostraron ni un poco de humanidad. Como dice todo el mundo, para ellos somos un número. Por eso le dije al abogado que a por ellos».
Aunque para Gustavo la indemnización era «secundaria», porque lo que quería es «buscar trabajo como una persona normal. Me gusta ganarme el pan. Pero el torno, ahora, me da miedo». En la empresa lo han cubierto con una mampara «perfecta que vale 60 euros».
Una vez se encontró con el cirujano que le abrió la pierna cuando estaba en coma. «Qué alegría de vernos -le dijo el médico--. Todavía es el día en que alucinamos de que estés vivo».
 
Gustavo es una de las muchas personas que conocí gracias a mi trabajo de periodista y a de las que no he sabido nada después. Espero que recordar su historia sirva para que se extremen las precauciones en todos los puestos de trabajo.

Etiopía

Un país joven, apasionante y agradecido

Etiopía es un país lleno de niños que regalan su sonrisa al visitante. La edad media es de 18 años, la esperanza de vida se sitúa en los 50, cada mujer tiene una media de cinco hijos y el 12% de los pequeños mueren antes de los 5 años. Se calcula que por lo menos tres millones y medio de personas padecen sida, pero quienes conocen la realidad del país sobre el terreno estiman que esa cifra se queda corta.
Esta situación límite conmueve en lo más hondo al visitante, encandilado por la formidable acogida que tributan los etíopes y la belleza de sus paisajes y sus gentes, así como por esa sensación que transmiten los nativos de saber disfrutar y agradecer lo poco que tienen en un país donde, a diferencia de Euskadi, la continuidad de la vida no se da por supuesta.
Un ejemplo de esta actitud es la aldea de Mayafulalu, cerca de Meki. Sus habitantes se sienten ricos porque disponen de una fuente, electricidad y una escuela, además de una iglesia y un molino, edificados con los donativos de un hondarribiarra y un notario donostiarra, respectivamente, que no quieren ser conocidos por ello. Selam, embarazada de ocho meses, considera que vive «mejor que la reina de Inglaterra» porque ya no tiene que andar 14 kilómetros para traer agua o para moler el grano.
Lejos de la imagen de miseria y hambre que asociamos con Etiopía, el país africano constituye un destino turístico singular, con sus monumentos, sus parques naturales y, sobre todo, su gente.