26.10.09 -
EL DIARIO VASCO
Jugar, reír y luchar para superarse
Los usuarios de Aita Menni de Donostia combaten
contra sus lesiones cerebrales. Celebran el día reivindicativo de hoy
compitiendo contra sus amigos de Bilbao
DV. «Si me caigo, lo más lejos es el
suelo», bromea el donostiarra Oskar Redondo, de 31 años, con su
excepcional sentido del humor. Una charla con él hace olvidar su
diagnóstico: alteraciones conductuales, del lenguaje, de memoria y
físicas. Necesita una silla de ruedas para andar por la calle, pero en
interiores, anda con muleta. La causa, un golpe en la cabeza en un
accidente de tráfico, hace ya doce años. «Y cuantos más años pasen,
mejor».
El traumatismo craneoencefálico es una de las causas
principales de Daño Cerebral Adquirido, el nombre que recibe la lesión
en personas previamente sanas del órgano más importante del cuerpo y que
coordina todos los demás. La otra son los ataques cerebrales o ictus,
primera causa de muerte entre las mujeres y segunda en los hombres.
Muchas personas sobreviven a esos episodios con secuelas
que varían según la zona del cerebro dañada. Puede afectar a la
movilidad, los sentidos, la comunicación, la inteligencia, la atención,
la memoria, las emociones y la conducta. El epidemiólogo Javier Mar ha
calculado que alrededor de 11.000 vascos sufren discapacidad en la
actualidad por el DCA.
Oskar es usuario del Centro de Día para personas con Daño
Cerebral Adquirido que la fundación Aita Menni gestiona en Donostia
desde 2002, como Félix y David, que se lo pasan fenomenal jugando al
Boccia. Lanzan sus bolas, azules las de uno, rojas las del otro, lo más
cerca posible de la blanca. Este deporte paralímpico, con reglas muy
estrictas, es como una especie de petanca. «No vale cachondeo ni poner
nervioso al contrincante», les advierte el director del recurso, Iñigo
Urrutikoetxea.
Félix y David se preparan, como otros más de cincuenta
deportistas discapacitados, para una jornada de deporte adaptado que se
celebrará en Bilbao hoy con ocasión del Día del Daño Cerebral Aquirido.
El evento está organizado por la Diputación Foral de Vizcaya, el
Hospital Aita Menni y la Asociación de afectados y familiares ATECE, con
delegación también en Gipuzkoa.
Ninguno de los usuarios del centro de Donostia está
federado en deporte adaptado. «Lo hacemos como una actividad especial
para motivarles, animarles», explica Urrutikoetxea. Y la fisioterapeuta,
Arantzazu Álvarez, añade: «El deporte es bueno para todos. En este
caso, para estas personas, les sirve para saber comportarse ante una
normativa, para el aprendizaje y la memoria; y, físicamente, para la
fuerza y la coordinación». Pero hasta ahora «se había dejado un poco de
lado el deporte para ellos», lamenta.
En otra sala del centro, Jesús, Ibane, Oskar, David,
Ainara y Peio juegan al voley globo, unos de pie y otros sentados en
silla de ruedas. Llevan «horas de entrenamiento, aunque aquí se trata de
algo más participativo. A Bilbao vamos a ganar», afirma Arantzazu con
una sonrisa. El cartel que preside la estancia dice Aupa Aita Menni. Donostia aurrera. De aquí irán a Bilbao cinco practicantes de Boccia y seis de volei adaptado.
«Si tuerces, retrocedes»
Oskar cree que la experiencia será «subir de nivel». Sabe
que tiene que ir «recto» en su esfuerzo por recuperar y mantener sus
funciones. «Si te tuerces, retrocedes. En mi vida anterior, me torcí y
tuve el accidente». Fue el 23 de noviembre de 1997, a primera hora de la
mañana. Conducía otro. Oskar iba dormido cuando sucedió. De los cuatro
ocupantes del vehículo, dos murieron. Volvían de haber estado de fiesta
por Navarra.
Tras el brutal golpe en la cabeza, Oskar pasó dos meses
en coma profundo y muchos más en estado vegetativo, pero todo eso se lo
han contado. Perdió completamente la movilidad. «Estaba muerto»,
describe. Primero estuvo en el hospital Virgen del Camino, en Navarra,
donde decían que «si salía adelante, quedaría como un vegetal. Pero
ahora no paro quieto», dice con su habitual optimismo. «Por eso salí
bien del coma. Si hubiera sido negativo, estaría bajo tierra». Lleva en
el centro de día de Aita Menni desde su apertura. En estos siete años,
siempre atendido por el amplio equipo de especialistas para sus
problemas, ha ganado autonomía, según confirma Arantzazu.
Oskar insiste en que «hay que tomárselo con humor y con
calma. Mejor despacio y con buena letra, para no torcerse». En el
centro, además de voley, hace manualidades, figuras y cuadros, usa el
ordenador y los martes y los miércoles aprende a cocinar, para echar una
mano a su madre. «Ella vive conmigo», establece.
«Galán de telenovela»
Félix también tiene buen humor. Este hernaniarra de 32
años se ríe con su nombre «de galán de telenovela»: Félix Enrique, y,
por apellidos, Miguel Lorenzo. Su historia no es muy distinta de la de
Oskar: también venía de Navarra cuando sufrió un accidente. El suyo fue
en diciembre de 1999. Habían ido dos amigos a por un billete de lotería.
El otro, que conducía, se recuperó en dos o tres meses.
Félix estuvo «unos dos meses en coma» en Pamplona. Le han
contado que, una vez hubo recuperado la consciencia, se alegró mucho
cuando le llevaron a su perro Xandor, que sigue con él y sus padres, y a
partir de ese momento empezó a estar «más despierto». Tras un año en la
capital navarra, pasó por la Unidad de Daño cerebral del Hospital de
Aita Menni en Arrasate y por el centro de ATECE en Intxaurrondo antes de
estrenar el centro de día de Donostia en 2002, exactamente igual que
Oskar.
Cuando llegó, Félix necesitaba un andador, pero ahora se
desplaza por interiores con un bastón tetrapodal y «con seguridad»,
señala Arantzazu. Felix añade, medio en broma, medio en serio: «No sé si
he mejorado mucho, pero por lo menos lo he intentado». Para exteriores,
necesita silla de ruedas y la ayuda de otra persona. Ha hecho esquí
adaptado y, como el resto de los usuarios, se ha bañado en La Concha con
las muletas anfibias. Le habría gustado que la competición de hoy fuera
de bicicleta estática, pues la usa todos los días, en su casa y en el
centro.
Allí le enseñaron a usar el ordenador y el móvil. La
agenda de este último le viene muy bien por la alteración de su memoria.
«Se me olvidan un poco las cosas, pero generalmente, recuerdo bien».
También confecciona un álbum con fotos, notas y documentos que le ayudan
a revivir su pasado reciente. Hoy le gustaría escribir «que hemos
arrasado, que no hemos tenido piedad con ellos. Ellos están más metidos
en el tema, supongo que lo harán mejor, pero no vamos a acobardarnos».
Porque nunca lo hacen.