lunes, 4 de marzo de 2013

DCA por accidente de tráfico

26.10.09 -  EL DIARIO VASCO

Jugar, reír y luchar para superarse

Los usuarios de Aita Menni de Donostia combaten contra sus lesiones cerebrales. Celebran el día reivindicativo de hoy compitiendo contra sus amigos de Bilbao



DV. «Si me caigo, lo más lejos es el suelo», bromea el donostiarra Oskar Redondo, de 31 años, con su excepcional sentido del humor. Una charla con él hace olvidar su diagnóstico: alteraciones conductuales, del lenguaje, de memoria y físicas. Necesita una silla de ruedas para andar por la calle, pero en interiores, anda con muleta. La causa, un golpe en la cabeza en un accidente de tráfico, hace ya doce años. «Y cuantos más años pasen, mejor».
El traumatismo craneoencefálico es una de las causas principales de Daño Cerebral Adquirido, el nombre que recibe la lesión en personas previamente sanas del órgano más importante del cuerpo y que coordina todos los demás. La otra son los ataques cerebrales o ictus, primera causa de muerte entre las mujeres y segunda en los hombres.
Muchas personas sobreviven a esos episodios con secuelas que varían según la zona del cerebro dañada. Puede afectar a la movilidad, los sentidos, la comunicación, la inteligencia, la atención, la memoria, las emociones y la conducta. El epidemiólogo Javier Mar ha calculado que alrededor de 11.000 vascos sufren discapacidad en la actualidad por el DCA.
Oskar es usuario del Centro de Día para personas con Daño Cerebral Adquirido que la fundación Aita Menni gestiona en Donostia desde 2002, como Félix y David, que se lo pasan fenomenal jugando al Boccia. Lanzan sus bolas, azules las de uno, rojas las del otro, lo más cerca posible de la blanca. Este deporte paralímpico, con reglas muy estrictas, es como una especie de petanca. «No vale cachondeo ni poner nervioso al contrincante», les advierte el director del recurso, Iñigo Urrutikoetxea.
Félix y David se preparan, como otros más de cincuenta deportistas discapacitados, para una jornada de deporte adaptado que se celebrará en Bilbao hoy con ocasión del Día del Daño Cerebral Aquirido. El evento está organizado por la Diputación Foral de Vizcaya, el Hospital Aita Menni y la Asociación de afectados y familiares ATECE, con delegación también en Gipuzkoa.
Ninguno de los usuarios del centro de Donostia está federado en deporte adaptado. «Lo hacemos como una actividad especial para motivarles, animarles», explica Urrutikoetxea. Y la fisioterapeuta, Arantzazu Álvarez, añade: «El deporte es bueno para todos. En este caso, para estas personas, les sirve para saber comportarse ante una normativa, para el aprendizaje y la memoria; y, físicamente, para la fuerza y la coordinación». Pero hasta ahora «se había dejado un poco de lado el deporte para ellos», lamenta.
En otra sala del centro, Jesús, Ibane, Oskar, David, Ainara y Peio juegan al voley globo, unos de pie y otros sentados en silla de ruedas. Llevan «horas de entrenamiento, aunque aquí se trata de algo más participativo. A Bilbao vamos a ganar», afirma Arantzazu con una sonrisa. El cartel que preside la estancia dice Aupa Aita Menni. Donostia aurrera. De aquí irán a Bilbao cinco practicantes de Boccia y seis de volei adaptado.
«Si tuerces, retrocedes»
Oskar cree que la experiencia será «subir de nivel». Sabe que tiene que ir «recto» en su esfuerzo por recuperar y mantener sus funciones. «Si te tuerces, retrocedes. En mi vida anterior, me torcí y tuve el accidente». Fue el 23 de noviembre de 1997, a primera hora de la mañana. Conducía otro. Oskar iba dormido cuando sucedió. De los cuatro ocupantes del vehículo, dos murieron. Volvían de haber estado de fiesta por Navarra.
Tras el brutal golpe en la cabeza, Oskar pasó dos meses en coma profundo y muchos más en estado vegetativo, pero todo eso se lo han contado. Perdió completamente la movilidad. «Estaba muerto», describe. Primero estuvo en el hospital Virgen del Camino, en Navarra, donde decían que «si salía adelante, quedaría como un vegetal. Pero ahora no paro quieto», dice con su habitual optimismo. «Por eso salí bien del coma. Si hubiera sido negativo, estaría bajo tierra». Lleva en el centro de día de Aita Menni desde su apertura. En estos siete años, siempre atendido por el amplio equipo de especialistas para sus problemas, ha ganado autonomía, según confirma Arantzazu.
Oskar insiste en que «hay que tomárselo con humor y con calma. Mejor despacio y con buena letra, para no torcerse». En el centro, además de voley, hace manualidades, figuras y cuadros, usa el ordenador y los martes y los miércoles aprende a cocinar, para echar una mano a su madre. «Ella vive conmigo», establece.
«Galán de telenovela»
Félix también tiene buen humor. Este hernaniarra de 32 años se ríe con su nombre «de galán de telenovela»: Félix Enrique, y, por apellidos, Miguel Lorenzo. Su historia no es muy distinta de la de Oskar: también venía de Navarra cuando sufrió un accidente. El suyo fue en diciembre de 1999. Habían ido dos amigos a por un billete de lotería. El otro, que conducía, se recuperó en dos o tres meses.
Félix estuvo «unos dos meses en coma» en Pamplona. Le han contado que, una vez hubo recuperado la consciencia, se alegró mucho cuando le llevaron a su perro Xandor, que sigue con él y sus padres, y a partir de ese momento empezó a estar «más despierto». Tras un año en la capital navarra, pasó por la Unidad de Daño cerebral del Hospital de Aita Menni en Arrasate y por el centro de ATECE en Intxaurrondo antes de estrenar el centro de día de Donostia en 2002, exactamente igual que Oskar.
Cuando llegó, Félix necesitaba un andador, pero ahora se desplaza por interiores con un bastón tetrapodal y «con seguridad», señala Arantzazu. Felix añade, medio en broma, medio en serio: «No sé si he mejorado mucho, pero por lo menos lo he intentado». Para exteriores, necesita silla de ruedas y la ayuda de otra persona. Ha hecho esquí adaptado y, como el resto de los usuarios, se ha bañado en La Concha con las muletas anfibias. Le habría gustado que la competición de hoy fuera de bicicleta estática, pues la usa todos los días, en su casa y en el centro.
Allí le enseñaron a usar el ordenador y el móvil. La agenda de este último le viene muy bien por la alteración de su memoria. «Se me olvidan un poco las cosas, pero generalmente, recuerdo bien». También confecciona un álbum con fotos, notas y documentos que le ayudan a revivir su pasado reciente. Hoy le gustaría escribir «que hemos arrasado, que no hemos tenido piedad con ellos. Ellos están más metidos en el tema, supongo que lo harán mejor, pero no vamos a acobardarnos». Porque nunca lo hacen.

Etiopía

Un país joven, apasionante y agradecido

Etiopía es un país lleno de niños que regalan su sonrisa al visitante. La edad media es de 18 años, la esperanza de vida se sitúa en los 50, cada mujer tiene una media de cinco hijos y el 12% de los pequeños mueren antes de los 5 años. Se calcula que por lo menos tres millones y medio de personas padecen sida, pero quienes conocen la realidad del país sobre el terreno estiman que esa cifra se queda corta.
Esta situación límite conmueve en lo más hondo al visitante, encandilado por la formidable acogida que tributan los etíopes y la belleza de sus paisajes y sus gentes, así como por esa sensación que transmiten los nativos de saber disfrutar y agradecer lo poco que tienen en un país donde, a diferencia de Euskadi, la continuidad de la vida no se da por supuesta.
Un ejemplo de esta actitud es la aldea de Mayafulalu, cerca de Meki. Sus habitantes se sienten ricos porque disponen de una fuente, electricidad y una escuela, además de una iglesia y un molino, edificados con los donativos de un hondarribiarra y un notario donostiarra, respectivamente, que no quieren ser conocidos por ello. Selam, embarazada de ocho meses, considera que vive «mejor que la reina de Inglaterra» porque ya no tiene que andar 14 kilómetros para traer agua o para moler el grano.
Lejos de la imagen de miseria y hambre que asociamos con Etiopía, el país africano constituye un destino turístico singular, con sus monumentos, sus parques naturales y, sobre todo, su gente.